Creo que nunca lo he dicho en voz alta. Siempre ha deambulado por mi mente un extraño miedo a las enfermedades neurodegenerativas, especialmente a la esclerosis múltiple y al párkinson.
A veces he hecho el absurdo esfuerzo de unir cabos sin sentido y montarme una película en la que podría estar afectada por alguna de estas enfermedades. Vamos a ver: soy algo patosa con las manos… cuando tomo cafeína la “patosidad” va in crescendo… en ocasiones he podido tener capacidades intelectuales extraordinarias (esto añade la posibilidad de un tumor cerebral)… Además, en los últimos años he tenido algún que otro desmayo inexplicable (sin embarazos por medio) y hace menos de un mes, tuve una neuralgia en un hotel en la punta de Kuala Lumpur. Me descartaron un derrame cerebral porque los medicamentos me hicieron efecto (ni más ni menos que opiáceos y anticonvulsivos), pero a la vuelta de mi viaje, me recomendaron hacerme una resonancia craneal.
Hace una semana fui al centro médico donde concerté la cita para la prueba. Estuve una media hora dentro de una cápsula que no dejaba de emitir ruidos molestos. Me concentré en una canción que había creado los últimos días y traté de ensayar mentalmente los acordes de guitarra que me quedaban por perfeccionar. Aproveché francamente bien los dichosos 30 minutos. Me entraban ganas de reírme a carcajada limpia sólo de pensar en la cara de la persona que estaba observando mis imágenes craneales: “un cráneo curioso…”. ¡Me imaginaba mi hemisferio derecho bailando al son de la guitarra!
Hoy he vuelto al centro médico a recoger el informe de los resultados. Según iba caminando se me han ocurrido diferentes situaciones; ninguna de ellas me hacía especial gracia. Al mismo tiempo que las pensaba las retiraba de mi pensamiento. Tenía los auriculares puestos. Decidí que era el momento para revisar una de mis creaciones al piano, ya que estaba decidida a mantener mi mente en blanco para que ningún pensamiento pudiera interferir en mi camino. A punto de llegar al centro, vi en la grabadora que hasta el minuto 4 segundo 25 la melodía tenía un encanto especial.
No se parece a mi anterior composición, tal vez ésta es técnicamente más sencilla y no me pone los pelos de punta. Aun así creo que es perfecta para conciliar el sueño, y sonrío al pensar que no se me daría nada mal crear piezas de piano que invitasen a la relajación.
Estoy en el centro médico. Entro, confirmo mi llegada y muestro mi DNI. La chica que me atiende me da el informe dentro de una bolsa de plástico, me sonríe, le sonrío sin obtener mayor información, y me marcho. Por un instante no sé si leer el informe en la calle o esperar a llegar a casa. Finalmente decido abrir la bolsa y sin apenas sacar su contenido consigo leer lo que la doctora ha escrito.
Me tiemblan las manos, qué raro. Mis emociones y mis pensamientos se han parado, me he concentrado en las letras y noto que mi cuerpo está totalmente tenso, preparado para soportar cualquier golpe.
¡Uffff! Doy gracias a que las conclusiones son claras, con pocos tecnicismos… Respiro hondo, mi cuerpo se relaja y me siento genial. Sigo siendo patosa.
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