¡Se me achicharra el cerebro!

12.01.2014 14:33

"¡Se me achicharra el cerebro!" Eso pensé cuando me encontré de golpe y porrazo con una fiebre de escándalo para la que no estaba preparada. Hacía unos 4 años que no tenía fiebre, así que mi antivirus estaba obsoleto y me enfrentaba a la versión más actualizada del virus. 

La última vez recuerdo estar en casa de mi ex novio. Él había ido a trabajar y yo me quedé tirada en la cama. Llevaba un par de días sin apenas poder comer nada. Tenía diarreas, vómitos y fiebre alta. Lo que mejor recuerdo de aquella vez es que cuando llegó el técnico de internet a casa, me levanté para abrirle la puerta, y tras la primera pregunta me desplomé. Al despejarme, conseguí llamar a mi ex al móvil. Le pasé con el técnico, arreglaron sus diferencias y hasta la última hora del día no le vi aparecer por casa. Así es la vida. Debo decir a favor de mi ex que no fue peor que los anteriores, todos hacían lo mismo. A su manera, pero lo mismo.

En esta ocasión, hace apenas 3 días, estaba sola en casa ("mejor sola que mal acompañada"... dicen por ahí). Me desperté de madrugada sofocada de calor. No tenía un termómetro en casa, el anterior había dejado de funcionar no sé cuándo y lo tiré. La cabeza me ardía y sólo podía pensar en mi cerebro. Me metí bajo el edredón pero en menos de un minuto tenía que salir de ahí. Estaba ardiendo de calor y no podía respirar. Desde que tengo uso de razón sé que soporto fiebres de hasta 38 grados sin inmutarme. Hay personas que con 2 décimas de más están delirando pero yo sé que aguanto bien la fiebre. Por ese motivo deduzco que la otra noche debí llegar a los 40 grados.

Me tumbé en el sofá boca arriba. Con un cuenco de plástico verde en una mano y un botellín de agua fría recién sacada de la nevera en la otra mano, mi única tarea durante más de una hora era la de derramar un poco de agua en el cuenco, meter la toalla, humedecerla bien y ponérmela en la frente. Cuando notaba que la toalla ya no estaba fría, le daba la vuelta y me la volvía a colocar sobre la cabeza. La primera sensación de frío sobre mis ojos y mi cerebro era de un alivio inmenso. Después el calor se iba apoderando del frío, pero así estuve hasta que la fiebre fue bajando.

Mientras estaba entretenida con mi ardua tarea de refrescarme el cerebro, pensé que la solución a todos los males físicos, es decir, a todas las enfermedades que nos afectaban a los seres vivos, estaba en los cuatro elementos de la naturaleza. Así de sencillo y complejo al mismo tiempo. La tierra, el aire, el fuego y el agua eran el remedio a todos nuestros males. Los cuatro elementos más poderosos que jamás podremos conocer sobre la tierra y muy probablemente más allá de la tierra.

Pensé en todas las hierbas que nos proporciona la tierra. Desconozco este campo por completo, pero nuestras abuelas sabían mucho de eso y se han escrito grandes libros sobre las herboleras y sus vidas, que fueron tratadas como brujas. Conocían multitud de secretos de la naturaleza, y como lamentablemente todo aquello que no se comprende se convierte en "enemigo", la iglesia católica de la época no dudó en condenarlas a la hoguera. Lo que hace la ignorancia sumada a la ambición y al miedo.

El aire. Nuestro querido oxígeno. El cuerpo humano y sus células necesitan oxígeno para vivir. Creo firmemente que los procesos de revitalización de los nervios y de otras células muertas deben pasar inevitablemente por algún tipo de oxigenación. También desconozco este campo pero he de reconocer que siempre ha llamado mi atención.

El fuego. Qué me decís de las células cancerígenas... o se extraen o se queman. También creo que el fuego es y será un remedio incuestionable (aunque no único) en los procesos cancerígenos.

El agua. Aparte de que nosotros somos prácticamente agua... puedo decir que el agua nos sirve para expulsar organismos nocivos de nuestro cuerpo. Como dice el anuncio, "nos ayuda a eliminar todo aquello que nos sobra". Depura nuestro sistema linfático, mejora el sistema respiratorio al no permitir que la mucosidad se solidifique, y además hace que nuestros riñones estén activos y sanos, hecho que redunda en un beneficio para el sistema circulatorio. Y por último, es imprescindible para que a veces no se nos achicharre el cerebro...

Al igual que el universo se proyecta en la estructura de un átomo, la naturaleza se proyecta en nuestro organismo. Mientras los poderes de la naturaleza estén en equilibrio, no sólo en el mundo exterior, también en nuestro mundo interior, estaremos a salvo.

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