De acuerdo con los avances psicopedagógicos de los últimos años el término superdotado se emplea con una amplitud semántica que no le corresponde. Es decir, entre las personas comunes entendemos que un niño superdotado es un niño que destaca en todo, un genio, un fuera de serie en todo lo que toca. Si no es así no lo consideramos superdotado. Pues bien, estamos equivocados.
Un niño superdotado o precoz es un niño de altas capacidades de aprendizaje para aquello en lo que muestra especial interés. En el resto de materias no tiene por qué destacar e incluso sus habilidades para las mismas podrían ser deficientes (es frecuente que muestren poca habilidad psicomotriz -deporte, baile, etc.). En definitiva, no todos los niños con altas capacidades son genios aunque sí a la inversa (todos los genios poseen altas capacidades para el aprendizaje).
Existe un mito generalizado que etiqueta de “raritos” y “antisociales” a estos niños, que posteriormente pasarán a ser adultos “problemáticos”. En esto también estamos equivocados. Existen muchos niños de altas capacidades que han sabido integrarse socialmente e incluso han llegado a ser líderes ejemplares. El problema que radica en aquellos que no lo han sabido hacer, es que básicamente se aburren con los entretenimientos y/o conversaciones que mantienen sus semejantes, y en lugar de esforzarse para formar parte del grupo (depende de la personalidad de cada niño), se sienten más cómodos compartiendo sus intereses con otros niños de similares capacidades, o con determinados adultos. Si no encuentran a nadie apropiado a su alrededor optarán por aislarse.
Estos niños se identifican desde muy pronta edad porque se preocupan por cuestiones transcendentales para las que ni siquiera la ciencia tiene una respuesta contundente. Sienten especial curiosidad por todo aquello que esté relacionado con la espiritualidad, la muerte, el origen de la vida, la creación de los planetas, el sol, la luna, los dinosaurios, etc.
Existe una contradicción entre sus capacidades de comprensión racional y emocional. De hecho éste es el factor de riesgo más crítico que debemos tener en cuenta a la hora de tratar o educar a un niño de estas características. El niño comprende como un adulto y por consiguiente se le debe hablar como a un adulto. No obstante, emocionalmente sigue siendo un niño y como tal es especialmente sensible y vulnerable. La mejor recomendación que dan los expertos es que se les hable como a adultos pero se les quiera como a niños.
Sufren profundamente a muy temprana edad por comprender racionalmente lo que ven en su entorno (noticias violentas, maltratos, conflictos familiares, muerte) y no saber asimilarlo emocionalmente. Es por ello que a sus preguntas nunca se les debe dar una respuesta engañosa ni mentirles, porque serán conscientes de la mentira en poco tiempo y eso hará que pierdan su confianza en el adulto en cuestión. Hay que responderles de forma honesta, aunque no siempre se conozca la respuesta.
Hay algunas características, además de la evidencia de su cociente intelectual, que determinan que un niño posee altas capacidades: aprende con rapidez (con la primera explicación ya basta), muestra un alto rendimiento (se concentra intensamente en aquello que le interesa perdiendo la noción del tiempo) y comprende el significado de los conceptos incluso antes de conocer su nombre. Profundicemos en este último punto.
Al comprender el significado de los conceptos antes de conocer su nombre, en el momento en que escuchan las palabras que identifican estos conceptos las incorporan a su vocabulario automáticamente. Como consecuencia, muestran un vocabulario extenso para su edad y son muy precisos con los términos. Pueden llegar a irritarse si las personas a su alrededor no son igual de precisas que ellos.
Se mueven ágilmente en el mundo de las ideas y los conceptos, lo que hace que sean niños muy ocurrentes y graciosos en sus comentarios. En ocasiones, si no encuentran la manera precisa de expresar sus ideas o emociones pueden sentirse frustrados, y dada su alta capacidad para el aprendizaje no están acostumbrados a sentirse frustrados. Tienen una muy baja tolerancia a la frustración. Éste es otro punto a tratar en su educación.
Creo importante aclarar que un niño precoz, superdotado o con altas capacidades de aprendizaje, deja de destacar entre sus semejantes cuando se hace adulto, aunque este hecho está fuertemente correlacionado con su entorno socio-cultural.
En conclusión, los niños con altas capacidades de aprendizaje “deben” ser detectados a tiempo y educados tal y como sus características lo requieren, ya que de lo contrario, podrían convertirse en adultos inseguros, frustrados y antisociales.
Espero que este artículo os sirva para entender mejor a vuestros hijos o alumnos.
Para más información os dejo este libro: "¿Cómo reconocer a un niño superdotado?", de Maite Garnica.
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