Un barullo de sentimientos inconexos entra y sale de mi mente. El Yin y el Yang toman sentido por ciclos de segundos. Al final del pasillo algo se está gestando, algo que sé que de un momento a otro emergerá. No sé qué será pero sé que es parte del plan, así que no debo precipitarme. Me llegan acontecimientos no previstos y no fácilmente asimilables. A primera vista parecen obstáculos en mi camino que logran con creces desanimarme; no obstante quiero enviar a mi mente más allá de la evidencia. Quiero pensar que esta vez también las cosas suceden por un motivo. Un motivo que forma parte de un perfecto plan.
Me siento en el centro de los auriculares enrollados. Cuanto más me esfuerzo por desenredarlos más se revuelven en sus tripas. Cuanto más observo su geometría laberíntica más me pierdo en la impaciencia. Hoy debe ser el día de los auriculares enredados. Cuando nos llegan días como éste es mejor no tratar de escuchar la música a través de los auriculares. Es el día de escuchar la música con altavoces, sin cuestionarnos por qué.
La sensación de que la adversidad nos espera a la vuelta de la esquina, pero que probablemente las circunstancias se tornen antes de que giremos la calle. La sensación de un desenlace fluido en el río de la vida… Mientras tanto pienso en que permanecer a la espera no significa resignarse a la situación. Permanecer a la espera significa ser paciente y confiar. Confiar en que estamos viviendo alineados con nuestro universo y que por tanto todo lo que está ocurriendo forma parte de nuestro plan perfecto, que no cesa en su empeño. Confiar en que todos los caminos nos llevarán a Roma, aunque algunos de ellos no sean de nuestro agrado.
Tal vez no sea el momento de quejarse, de tratar de advertir a nadie de sus errores, o de convencer a los que poseen la decisión final en sus manos. Tal vez sea el momento de esperar y confiar, de agradecer y de disfrutar, ya que los desenlaces de las historias más bonitas llegan después de un torbellino de sucesos. Todo fin viene precedido de una tormenta. Toda paz llega tras una guerra. Todo premio llega después de un gran esfuerzo. Posiblemente éste sea mi pequeño tornado. Acabo de entrar en él con el único propósito de que me lleve a la salida, sin que me deje huella. Para ello debemos caminar de frente, no resistirnos, aceptar los días venideros. Alzar la cabeza cuando se nos agache la barbilla, secarnos las lágrimas con el aire fresco de la medianoche y dedicarnos una sonrisa de complicidad cada mañana.
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