Pensé que sería una buena idea escuchar mi grabación después de haber transcurrido 24 horas. Sería más objetiva. En seguida me daría cuenta de si mi creación era una pieza del montón o si por el contrario era lo suficientemente emotiva como para ponerme la piel de gallina.
Eran las 13:40 del mediodía y salía de mi trabajo para ir a comer a casa. Como de costumbre, subí el volumen de mi móvil, entré en la aplicación de la grabadora y conecté los auriculares. La melodía comenzó a sonar.
Un comienzo con acordes simples, monótonos, acompañados de una melodía algo insulsa, poco a poco iba ganando musicalidad y mis sentidos comenzaron a agudizarse. De pronto me vi envuelta en un entramado musical melodioso, con un acompañamiento dulce y romántico, que me fascinó. Estaba teniendo una experiencia única. Recorría con mi mente cada pasaje y me veía sentada al piano. Conocía exactamente cómo había disfrutado de cada una de ellas mientras las tocaba. Mis sensaciones al exteriorizar al piano eran hipnóticas, así era desde el primer día que comencé a improvisar.
Ésta era la primera vez que me escuchaba y entraba en mi consciencia lo que había creado desde mi alma. Nunca fui consciente de la grandeza de lo que creaba. Como dicen los grandes artistas, el resultado final de tu creación es un acierto cuando a uno mismo le fascina, día tras día. Es la sensación de enamorarse de uno mismo, ya que se acaricia la mismísima esencia del creador, volviéndose a uno mismo y encantándolo.
Ayer fue como vivir un sueño. Nunca somos conscientes de lo que somos aunque siempre lo hayamos sido. Sé que lo tenía en mí, y efectivamente los miedos no me dejaron verlo. Ahora que lo he visto sé que mi esencia dejará una huella inmortal a mi paso por este escenario.
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