¡Maldita inspiración! ¡Siempre me pilla en mal momento! Hace tiempo que no escribo y os aseguro que tenía mucho que contar. Si pudiera transmitiros en estas líneas todas las “iluminaciones” que he sufrido últimamente, con la misma intensidad que las viví, mi blog se convertiría en noticia mundial.
Esta mañana estoy desayunando por segunda vez en una cafetería cercana a mi casa. Me gusta este lugar porque está pensado para “trabajar el espíritu”. Lo llamo así, ya que puedo estar tranquilamente con mi netbook y mi música, sin la inquietud que me genera hacer lo mismo en mi propia casa, y al mismo tiempo me embriago de sensaciones diversas que acompañan a las personas que vienen.
Hace un minuto escuchaba mi última grabación. Estaba concentrada en las emociones que un día después y a plena luz del día, me provocaba mi canción. Por la noche me resulta mucho más fácil captar las ondas sonoras del aire, aunque normalmente tiendo a captar las melodías melancólicas. Qué queréis que os diga… a mí me encanta… El objetivo del arte, y por tanto de la música, es provocar emociones en las personas, y mi música también tiene ese fin. A mí personalmente me sintoniza energéticamente, me hace más sensible y vulnerable, por lo tanto, mejor persona.
Según escucho mi música, miro a las personas que me rodean en las mesas del local. Curiosamente todas y cada una de ellas me transmiten sensaciones sobre su “color” de vida. Puedo imaginarme si alguien tiene una vida triste, si se siente atrapada por sí misma, si tiene un carácter muy disciplinado, si actúa de forma alocada… En fin, es extraño pero todas estas sensaciones vienen a mí si observo detenidamente a estas personas. Es raro, pero me gusta.
Llevo días queriendo escribir sobre mis divagaciones de lo que es real y no. Es mi “sello de identidad” saltar de un tema a otro, dejando que mi mente se pasee como un campeón por donde le plazca, mientras mis dedos sólo se ciñen a seguir sus instrucciones. De vez en cuando hay que hacer estas concesiones, no vaya a ser que se nos moleste el señor y no nos preste sus servicios. “Una mente desocupada es la oficina del diablo”, leí el otro día en un libro. Cierto es, así que no hagamos que la mente se nos vaya a la huelga y se ponga a quemar nuestros “contenedores”.
Beethoven se quedó totalmente sordo, y aun así componía porque escuchaba la música. Existe un concepto en el mundo de la música que se llama “oído interno”. Los directores de orquesta deben desarrollarlo extremadamente, ya que deben ser capaces de “escuchar” en su interior a partir de la lectura de las partituras, sin que la música suene en el ambiente. Ese es el oído interno.
Cuántas veces hemos escuchado palabras o música en nuestra mente y nos han provocado sentimientos… Cuando pensamos (y nos recreamos sin sentido) en lo que nos dijo el cotilla del vecino o el compañero envidioso, ¿no nos hemos ido cabreando progresivamente nosotros con nosotros mismos? Esas palabras no se han pronunciado en la “realidad” pero quién nos va a decir que no son reales. Con el cabreo que nos han dejado… Por esto y otros muchos ejemplos que podría dar, pienso que es “imposible” (no difícil) diferenciar lo real de lo irreal.
Si nosotros nos creemos una historia porque nos hace felices, ¿quién dice que esa historia no es real? ¿Acaso no la estamos viviendo en nuestras carnes? ¿Qué diferencia hay entre escuchar una voz “en directo” o escucharla en nuestro interior? Haced la prueba, las sensaciones que nos produce son exactamente las mismas. Si nos imaginamos un abrazo, un beso, una conversación que desearíamos tener con alguien… nos produce el mismo efecto que produciéndose en el mundo físico.
Chicos y chicas… no dejéis de soñar despiertos… Imaginación al poder. Lo real y lo irreal no existe. Todo es real en el mundo de las emociones, y la historia la creamos nosotros mismos.
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