A veces me pregunto por qué la sociedad ha escogido una ruta de vida a seguir por las personas que convivimos en la misma. Con "ruta de vida" me refiero a los pasos o etapas que a lo largo de nuestras vidas la mayoría de las personas siguen. La ruta resumida sería la siguiente: nacer, formarse/estudiar, comenzar a trabajar, casarse, tener una familia, jubilarse y finalmente morir.
Obviamente el nacimiento y la muerte no se escogen por uno mismo, pero lo que hay entre medio sí. La definición de "normal" conlleva lo que mayoritariamente abunda, lo que se da en la mayoría de los casos. La normalidad puede ser porque es algo natural, como por ejemplo, nacer con diez dedos en las manos y diez dedos en los pies. Este hecho tampoco lo podemos escoger (salvo mediante la manipulación genética).
Sin embargo hay otras muchas circunstancias y cuestiones que no son "naturales" o al menos aparentemente no parecen serlo, y se convierten en normales porque la mayoría de las personas las escogen. Desde mi punto de vista estamos ante un fenómeno realmente misterioso. Desde la libertad con la que llegamos a este mundo más del 50% de los humanos eligen seguir un mismo camino. No me atrevo a afinar dicho porcentaje pero podría situarse en posiciones bastante más cercanas al 100% que al 50%.
La cuestión es: ¿por qué lo más "normal" es casarse y formar una familia? Aunque parezca que esta pregunta esconde cierto resentimiento, en absoluto es así. Se trata de una mera observación sobre una situación que nos resulta cotidiana a todos nosotros, por ello creo que podría ser el mejor ejemplo para analizarlo con guantes blancos.
Miro hacia atrás y recuerdo la época en la que acabé el instituto y tuve que escoger una carrera. Sinceramente, no me planteaba desechar esta opción. De alguna manera este camino estaba marcado y tenía que seguirlo. Hoy en día me alegro tremendamente de haber podido estudiar, cosa que otras muchas personas desgraciadamente no han podido hacer. Lo que quiero remarcar con este punto es que el camino de "estudiar" no fue una decisión puramente mía, sino que ya me venía impuesta (afortunadamente).
Siguiente paso: ¿qué estudiamos? cuando urgo en mis recuerdos me veo desde muy pequeñita cantando sin parar en cada viaje que hacíamos en coche. Me recuerdo sentada al teclado cuando apenas comencé a leer, e intentando tocar y cantar al mismo tiempo aquellas canciones populares en euskera. Un buen día le pedí a mi madre que me apuntara a piano. Eso sí que salió de mí y os aseguro que era una enana... tanto que primero me recomendaron aprender a leer y a escribir. Conclusión: comencé a leer y a escribir letras al mismo tiempo que notas musicales. He de confesar que aunque la composición se me daba francamente bien, la interpretación musical no era mi fuerte por un motivo fundamental: me negaba rotundamente a mostrar mis emociones y sentimientos.
Volviendo a lo que quería ser de adulta, recuerdo que también quería ser periodista y ahora sé por qué. Cada vez que veía a aquellos reporteros desplazados por todo el mundo dando las noticias en el telediario me generaba una emoción agradable. Yo quería hacer lo mismo. Por otra parte, me encantaban los misterios, los puzzles, los jeroglíficos y los problemas matemáticos. Me gustaban los idiomas y la historia. A pesar de todo ello, en algún momento de la vida me vi con la ilusión de ser "maestra" (porque mi abuelo me lo decía) y más adelante, con la ilusión de ser abogada (porque mi padre no dejaba de buscarme las cosquillas para que discutiera con él). Supongo que mis experiencias familiares distorsionaron mis deseos innatos, deseos que me correspondían por pleno derecho desde que nací.
En el último año del instituto nos pidieron que rellenáramos la solicitud de las carreras a las que queríamos optar por orden de preferencia. Todavía visualizo mi primera y segunda opción así como todas las siguientes. La primera fue la que hice: Administración y Dirección de Empresas. La segunda fue Derecho Económico. La tercera, cuarta y quinta fueron Matemáticas, Arqueología y Odontología. No sé si llegué a poner Historia. Hoy por hoy sé que a partir de la tercera opción estaba siendo más fiel a mí misma que con la primera y segunda opción.
¿Queréis saber por qué estudié lo que estudié? Os resultará tremendamente ridículo pero es la pura verdad. Era domingo. Como casi todos los domingos estábamos comiendo en casa con nuestros tíos y primos que vinieron a pasar el día a casa de mis padres. Yo estaba acabando el instituto así que supongo que por eso salió el dichoso tema. Digamos que en mi familia siempre tuve la fama de niña inteligente y aplicada. Algunos me admiraban y me querían. Otros me envidiaban. Sé perfectamente quiénes se situaban en cada uno de los bandos. Era una niña muy callada, tímida y observadora. La expresión no verbal penetraba en mí con facilidad así que las percepciones de envidia y de amor calaban muy hondo en mi niñita. Esas cosas nunca se olvidan. Son experiencias que lamentablemente acaban forjando nuestras relaciones familiares cuando somos adultos.
Mi tío hizo un comentario que aún recuerdo como algo despectivo y dañino. Desconozco si esa fue su intención, tal vez no, pero la cuestión es que así lo recuerdo. Han transcurrido muchos años desde entonces, pero como os decía previamente estas cosas no se olvidan. Mis padres estaban hablando con mis tíos sobre lo que iba a estudiar. Mi tío me preguntó qué quería hacer y supongo que no recuerdo mi respuesta porque después de lo que vino a continuación se quedó ensombrecida bajo el impacto emocional que se desató en mí.
Mi tío me dijo que hacía bien en estudiar "lo que le dije que iba a estudiar" (¿tal vez Derecho Económico?) porque difícilmente conseguiría entrar (por ejemplo) en la Comercial de Deusto para estudiar Administración y Dirección de Empresas. Supuestamente sólo entraban los "excelentes" y yo no debía estar entre ellos desde su punto de vista. Aquel comentario insustancial y totalmente innecesario por su parte hirió mi ego hasta el punto de desear profundamente ser aceptada por la bendita Universidad Comercial de Deusto. Así llegó a ser mi primera opción en la solicitud de carreras universitarias.
Opté por una de las ciento cincuenta míseras plazas que se abrían cada año para toda España, entre las que ya se incluían los hijos de los profesores de la Universidad y otros hijos de empresarios que entraban sin titubear por la puerta grande. Hice las pruebas y me aceptaron. Supongo que a más de uno se le revolvieron la tripas en mi familia.
La siguiente etapa de la vida: comezar a trabajar. En esta época de mi vida ya me había desviado muy seriamente de mi vocación innata. Tanto me desvié que me olvidé de ella. Así es cómo accedí al mundo empresarial. Me propuse objetivos suculentos que para mi suerte pude compartir con mi entonces pareja, que me venía al dedillo de cara a continuar desviándome más y más. Nuestro objetivo: dinero, una bonita casa y dinero.
Al final de esta etapa que duró unos ocho años desde que acabé mi carrera, me encontré con una vida que había construido yo solita "a mi imagen y semejanza", y que paradójicamente no me satisfacía. Me olvidé de la música, me olvidé de los misterios, de las matemáticas, de la historia, del piano y me olvidé hasta de montar en bicicleta.
Una noche que acababa de llegar de un viaje de trabajo, entré en el comedor de casa donde mi novio estaba tirado en el sofá. Recuerdo que había cosas que hacer en casa. Me sentía cansada de interpretar aquel papel de novia pesada que no dejaba de decirle a su novio que hiciera esto y lo otro mientras él se escaqueaba siempre que podía. Me recuerdo muy harta de ser quien no quería ser. Me sentía mayor cuando en realidad no lo era. ¡Sólo tenía treinta años!
En pocos meses algo comenzó a revolver mi interior y acabó en una crisis existencial que salvo dos personas cercanas a mí, nadie más entendió. Dejando a un lado los detalles de aquel tormento que duró unos cuantos años, con otra relación por medio en la que no di el 100% de mí misma y acabó en un auténtico desastre... finalmente decidí quedarme solita en un pequeño loft en la ciudad.
Los últimos cuatro años de mi vida han sido inesperadamente fructíferos. Me he dedicado a mí misma y he vuelto a recordar quién soy. Por supuesto después de tanto tiempo voy algo rezagada en mi vocación, pero por fin la he descubierto. Más vale tarde que nunca. Al mismo tiempo estoy orgullosa de la profesional en la que me he convertido y de las cualidades que he ido adquiriendo en el camino "desviado". Hoy por hoy soy un personaje híbrido que algunas personas conocen de una manera y otras pocas van conociendo de otra manera. Supongo que al final de mis días las aguas ya habrán retornado a su cauce y seré reconocida por el mundo mundial tal y como soy en esencia. Sea lo que sea confío que será algo bonito.
Respecto a la siguiente etapa de la vida: casarse y tener familia. Ahí sí que voy rezagada. Me imagino que he robado algunos años de esta etapa a recuperarme y a lamerme las heridas. ¿Y quién dijo que esta etapa era para mí? Al principio de mis reflexiones os decía que cada uno escogíamos las etapas de la vida... aparentemente. Yo de momento no he debido escoger esta etapa y confío en que estoy haciendo lo correcto. Me olvidé de mí durante mucho tiempo así que me lo debo. Cuando tenga que ser será. La naturaleza es sabia y no pienso separarme de ella nunca más... aunque para ello tenga que renunciar a la ruta "normal" de la vida en la sociedad.
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