¿Cuál es tu manera de expresar el amor y el cariño? ¿Tal vez mediante las palabras o acaso es tu mirada la que lo da todo de ti? Con el tiempo he descubierto que cada persona tiene su forma de sentir y de expresar lo que siente. De hecho me atrevo a decir que hay tantas formas de sentir y de expresar como seres humanos en el mundo. La realidad es que de todas estas infinitas maneras sólo vemos una, la nuestra. Nuestra perspectiva se convierte en el único prisma a través del cual medimos, evaluamos, interpretamos e incluso juzgamos las perspectivas de los demás.
No hace falta mencionar, aunque no esté de más recordarlo, que esta inflexibilidad particular que nos caracteriza al caminar por los senderos del amor o mejor dicho, al gestionar el mundo de las emociones, nos ocasiona todo tipo de problemas. La buena noticia es que no son problemas del todo reales (salvo porque los tenemos realmente), más bien son problemas de interpretación.
Mi manera de sentir el amor es mediante la compañía, tanto en presencia física como a distancia, pero al fin y al cabo compañía. No soy capaz de sentir el amor de una persona con la que no comparto ni tiempo ni espacio. Por ejemplo, si alguien se sienta a mi lado sin decir nada y permanece así durante horas sólo por hacerme compañía, percibo su amor sin duda alguna. Aunque no compartamos espacio, es posible que compartamos nuestro tiempo mediante llamadas o mensajes. En tal caso también soy capaz de percibir el amor, sin reservas. Desde mi punto del sentir, la cuestión es que la otra persona esté "allí" y que yo sienta que puedo contar con ella.
Al contrario, hay situaciones en las que parece que un acto de fe es suficiente para sentir o expresar el amor, como por ejemplo cuando no se da ninguna de las versiones de la compañía entre dos personas o se da pero no en la cuantía necesaria (no pasan "suficiente" tiempo juntos y no mantienen "suficiente" contacto). Esta ausencia de compañía puede verse reemplazada por el "hacer cosas por la otra persona", como por ejemplo, reparar su coche u otras muchas tareas/gestiones del día a día.
El término "suficiente" es de gran relevancia en este contexto, ya que es aquí donde subyace la peculiaridad de cada uno en la forma sentir el amor. Cada uno de nosotros necesitamos una dosis personalizada de aquello que hace que nos sintamos queridos porque de lo contrario no sentiremos el amor. Y el amor existe. De ahí viene la dificultad para comprendernos y como consecuencia la dificultad o imposibilidad para comunicarnos.
Parece obvio que la compañía es fundamental... no obstante hay multitud de "amistades" y "parejas" en dichas circunstancias haciéndose pasar por lo que no son, mientras uno valora la compañía y el otro valora el "hacer las cosas", sin llegar a comprenderse, sin sentirse queridos y culpándose el uno al otro por no saber ver la realidad de las emociones, los diversos canales de comunicación y las propias carencias.
Como os decía, mi manera de sentir el amor es mediante la compañía; por consiguiente, la compañía se traduce automáticamente en mi manera natural de expresar el amor: transmito mi cariño o amor haciendo compañía a la otra persona, aunque sea sin decir una palabra, dando mi presencia física cuando las circunstancias me lo permiten, o manteniendo un contacto "suficiente" a distancia.
Una vez hemos identificado cuál es nuestro principal canal de sentir y de expresar el amor, debemos hacer referencia al resto de canales que forman parte de nuestra percepción/expresión del amor. En este segundo nivel la cosa va cambiando. Mis canales secundarios (no por ello menos relevantes) de percibir el amor son el tacto (mano con mano), la mirada (ojos con ojos) y la palabra (directa, simple y sincera). Entre mis canales secundarios de expresar el amor están a su vez el tacto (mano con mano), la mirada (ojos con ojos) y la palabra. Sin embargo a la hora de expresarnos puede surgir una desviación entre lo que valoramos y lo que transmitimos.
Valoro el tacto entre las manos. Lo valoro tremendamente. Es por ello que me cuesta horrores tocar la mano de alguien envolviéndola con la mía de forma espontánea. Asimismo cuando alguien me coge de la mano me genera una emoción muy fuerte: a) si lo hacen como un acto sin importancia siento tensión porque para mí sí es importante, y b) si lo hacen como un acto con importancia siento tensión porque para mí también lo es. En este caso se convierte en un momento especial sólo si viene de la persona adecuada. De lo contrario es uno de los momentos más incómodos que puedo llegar a vivir.
Valoro la mirada (ojos con ojos). En compañía del silencio es la mismísima lectura del alma. Por ello precisamente me resulta imposible mantener la mirada fija durante más de un segundo en alguien que me provoca sentimientos profundos. Si la otra persona lo hace conmigo lo capto rápidamente aunque no le esté mirando. Enseguida interpreto el momento desde mi prisma de la percepción.
Valoro la palabra (directa, simple y sincera). No obstante, cuantas más emociones me provoca alguien, menos palabras me quedan para ser dichas y más palabras me brotan para ser escritas. Este punto es un foco de serios problemas. El no tener la habilidad emocional de expresar con palabras los sentimientos en el momento oportuno y a la persona oportuna puede ser fatal para las relaciones. No podemos ir por la vida dejando notas escritas a toro pasado. Sólo quien realmente nos llega a conocer nos comprende y nos perdona el momento.
Extrapolando mi análisis personal a la práctica generalizada llego a la conclusión de que emocionalmente somos (o podemos ser) incoherentes. A su vez, esta incoherencia pone de manifiesto una gran sensibilidad, posiblemente por encima de la media, que hace que nos resulte prácticamente imposible transmitir lo mismo que esperamos recibir de los demás. Llegados a este punto es recomendable aprender a no esperar nada de nadie desde el sentido más positivo de la expresión, aunque a veces resulte inevitable esperar algo cuando percibimos señales de amor que nos hacen sentir y vibrar. En una frase, cuanto más sentimos más esperamos. No lo podemos ignorar.
El problema viene cuando la otra persona interpreta nuestras acciones desde nuestro mismo prisma y percibe la cobardía como una notable falta de interés en lugar de como un profundo sentimiento salpicado de miedo. Eso es exactamente lo que percibiría yo si alguien se alejara de mi lado por miedo: falta de interés. Como podéis observar la incoherencia emocional es un arma de doble filo.
Personalmente no me siento satisfecha cuando no soy capaz de transmitir lo mismo que me gustaría recibir siendo coherente con mi propia escala de valores. Pienso en muchos momentos en los que me he enfadado conmigo misma por ese motivo, por no ser lo suficientemente valiente para clavar mi mirada, para dedicar una sonrisa, para decir un "hola".
Quien me conoce sabrá que nunca me he arrepentido de nada de lo que he hecho en mi vida. Asimismo espero no tener que arrepentirme jamás por algo que no he hecho. Sólo por eso me llevo deberes a casa.
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