La despedida en la estación 95

10.07.2013 19:03

Había sido una velada extraña. Una mezcla entre un pasado no aceptado y tal vez un futuro esperanzador. De alguna manera tenía lo que había deseado tener, aunque cierta amargura se filtraba por mis poros al sentir que su corazón no estaba a mi lado.

Quería volver conmigo, sus palabras parecían seguras de lo que querían; su corazón se escondía tímido en cada gesto, en cada discurso que él mismo necesitaba escuchar. Sentía su miedo, su inseguridad en lo que estaba haciendo. Traté de abrir espacios cómodos durante nuestra conversación, para que pudiera observarse, concediéndole la oportunidad de dar un paso atrás, aunque fuera por miedo. Seguía firme e insistía en su decisión, mientras pronunciaba palabras profundas, amorosas… pero vacías de romanticismo.

Mi intuición me decía que algo iba mal. No me llegaba el contenido emocional del mensaje. Sentía que estábamos pactando un comienzo de una relación por conveniencia, impregnada de conformismo. Sus ojos me evitaban, y en los momentos más íntimos no me sonreían, simplemente me miraban con firmeza, sin dulzura, sin confianza, y al mismo tiempo ansiando la familiaridad que mi presencia les ofrecía.

No estaba relajado, más bien estaba algo irascible con el entorno, la música, el ruido de las charlas en grupo… Volví a sentirme incómoda por su incomodidad, por su insatisfacción.

El tiempo que permanecimos a oscuras en la sala del cine no fue suficiente para hacernos vulnerables el uno del otro. Yo me acurrucaba a su lado, pero a cambio sólo recibía su tensión, su cuerpo rígido sin amor. Una vez más no me sentía correspondida, y pensé que tal vez, al observarse en aquella situación, volvería a caer en la entropía que vivimos un año y medio atrás. Suspiraría, me miraría, y los ojos se le encharcarían en lágrimas, mientras me diría que no siente nada por mí.

No fue así. Continuamos la velada. Me acompañó a la estación 95 donde me apresuré a descolgar una bicicleta con un sillín excesivamente alto. El bolso se me resbalaba del brazo mientras trataba de ajustarlo a mi medida. Con un gesto nervioso me cogió el bolso, y esperó a que estuviera lista para darme un abrazo. Un abrazo realmente intenso. No podía separar mi garganta de su hombro, hasta el punto de no poder respirar, pero aun así aguanté. Todavía siento la fuerza de sus brazos alrededor de mi cuerpo, oprimiéndome como si el mundo llegara a su fin. Siento el tacto de su jersey entre mis dedos, todavía lo siento.

Se despidió de mí sin billete de vuelta. Tal vez pronto nos volveríamos a ver, tal vez no. Iban a ser días muy duros para mí, y me sentí nuevamente sola, abandonada. Mis sentimientos puestos en palabras durante aquella noche no sirvieron de nada. Siempre me decía que tenía razón, pero nunca tenía su amor. Aquella última vez tampoco respiré de su amor.

Me senté en la bicicleta y me alejé de la estación 95, sin mirar atrás y sin billete de vuelta al amor.

—————

Volver