La complicidad de un extraño

20.12.2013 13:06

Hay dos tipos de peatones: los que van ajenos a su entorno y los que van conectados con lo que les rodea. Una misma persona puede ser un peatón ajeno un día y un peatón conectado otro día. Todo depende de los factores externos que nos invaden la mente: preocupaciones, tareas pendientes, discusiones, culpas, arrepentimientos,… qué os voy a contar.

El hecho es que a mí personalmente me gustan los peatones conectados. Son escasos en número, entre la adolescencia y la pre vejez casi inexistentes. Es decir, los peatones conectados suelen ser los niños y los ancianos. Cuando me encuentro con un peatón adulto conectado, es como estar dentro del mismo sueño donde ambos nos reconocemos y sonreímos al pensar: “¿Tú también lo sabes no?”.

Esta mañana estaba a punto de cruzar un paso de cebra. El semáforo estaba todavía en rojo, pero es habitual esperar a que se calme el torrente de coches y abalanzarse tan pronto como se observa un vacío de tráfico. En ese instante detecto con la mirada quiénes están conectados y quiénes están ajenos al otro lado, y para mi sorpresa, un chico de entre 30 y 40 años me está mirando, de la misma manera que yo le estoy mirando a él.

Casi como si nos pusiéramos de acuerdo, comenzamos a cruzar el paso de cebra cada uno desde nuestro lado. Nos encontramos a medio camino, nos miramos, y me quedo con la pena de no haberle sonreído. Lo cierto es que la complicidad de un extraño no es habitual, y es preciosa.

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