La clave del éxito

13.06.2015 15:13

Después de una larga semana con una intensa carga emocional, aquí estoy, de nuevo sentada frente a mi pequeño portátil junto a la ventana de una de mis cafeterías favoritas. Hace mucho calor en Barcelona… este año ha debido adelantarse el verano. Aunque todavía no me he decidido por coger la toalla y pisar la arena, me consta que por estos lares la gente anda bronceadísima.

Ayer volví de Polonia. Para los que seguís mis andanzas, sí, tuve que volver a Polonia a aclarar unos temas a media semana. Podemos decir que he sido la paloma mensajera en la que acaba de recaer toda la responsabilidad de dar luz a un cúmulo de ineficiencias financieras de la empresa. La cuestión es que hice el grandísimo esfuerzo de desplazarme por un día y medio con el objetivo de entender lo que no está escrito en la historia de la humanidad.

Creedme cuando os digo que el pasado jueves estuve con un dolor de cabeza descomunal tratando de comprender la manipulación numérica de los estados financieros de la empresa. A ratos se me nublaba la vista. Mientras tanto allí estaban sentados a mi lado, uno por uno, los responsables de semejante ingeniería contable. Hice un esfuerzo sobrehumano por controlarme, enfocarme en mi objetivo de “aclarar” aquel enredo, tratándoles con respeto y con cierto humor para romper el hielo, conteniéndome para no cogerles del cuello y acabar allí mismo con todos los responsables. Resultado: mi cabeza a punto de explotar, mi estómago perjudicado, mi garganta dolorida de la contención y del aire acondicionado, y… nadie preguntándose cómo me sentía yo. Una vez más la lección aprendida: “si yo no miro por mí misma, nadie lo hará”.

Gracias a estas últimas semanas de estrés y un ataque de lumbago por medio, he descubierto que tengo que tratar con más cariño mi diafragma. Sí, mi diafragma, ese músculo-tendinoso que se encuentra debajo de los pulmones, que se expande y comprime al son de la respiración. Tan importante para cantar… pero no sólo para cantar. He averiguado que cuando estamos estresados  y respiramos de forma superficial, el diafragma no se comprime correctamente (pues no espiramos de forma profunda) y hace que el tracto gastrointestinal no fluya. Consecuencias: el estómago no funciona bien, se producen gases que duelen horrores y una hinchazón terrible en los intestinos. Esto no acaba aquí. Estas disfunciones afectan también a la zona lumbar, girando las vértebras L4, L5, y oprimiendo los nervios desde el abdomen a la zona lumbar. La prueba de ello es que si apretamos con el pulgar diversas zonas del abdomen buscando el punto que más nos duele, sentiremos una irradiación del nervio hasta la zona lumbar. En mi caso concreto me produjo un lumbago hace dos semanas.

Ahora me he puesto manos a la obra y tengo previsto hacer algunas pruebas de intolerancia (lactosa, gluten), una endoscopia del estómago (para descartar hernias, úlceras y cosas peores) y finalmente un seguimiento/tratamiento de mi diafragma. Me han recomendado una profesional que se dedica a trabajar el diafragma, y con ello el control de nuestras emociones.

Si os habéis dado cuenta, la ciencia nos ha llevado a la misma conclusión que las terapias alternativas. Yo misma como maestra de Reiki, siempre he defendido que el origen de nuestras enfermedades y malestares físicos es completamente emocional. He podido comprobarlo en mi misma. Ahora más que nunca sé que cuando la enfermedad ocurre, es decir, se manifiesta en nuestro cuerpo, hay que tratarla desde la medicina…sí… pero esto no es suficiente. ¿Por qué no es suficiente? Porque curaremos los síntomas, entre ellos el dolor, pero no curaremos el origen de la enfermedad. El dolor y los síntomas existen para avisarnos de que algo va mal. Si los eliminamos y no tratamos el origen de la enfermedad, será como ponernos una venda en los ojos mientras sabemos que estamos hablando con el diablo… aunque decidamos pensar que es un ángel.

La clave de la salud y del éxito está en la calma, en el control de nuestras emociones, en el conocimiento de nosotros mismos, en el amor a uno mismo. La prevención es más poderosa que la curación. La dieta alimenticia es esencial para la prevención, ya que una inadecuada alimentación alienta y desencadena la manifestación de la enfermedad cuando nuestro contexto emocional es inestable, o dicho de otra manera, cuando nuestras emociones están descontroladas, una mala alimentación hace que las disfunciones en los órganos se hagan patentes y “peten”.

A partir de aquí hay muchas terapias naturales, ejercicios, medicinas complementarias/alternativas que nos pueden ayudar a relajarnos, a sentirnos en paz, en calma, a gestionar nuestras emociones, a relativizar las adversidades de la vida. La meditación se encuentra en todas ellas, de una manera o de otra, es la pieza angular de nuestro bienestar, de nuestra felicidad.

En definitiva, todos los caminos llevan a Roma… y Roma me encanta.

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