El poder de la perspectiva

23.12.2014 11:32

Estos días, en el trayecto de casa al trabajo y del trabajo a casa, ha llamado mi atención el efecto de la “perspectiva”. Cada vez que llego a un paso de peatones con el semáforo en rojo, veo que las personas que tienen más prisa, o al menos eso parece, son los primeros en abalanzarse casi a un metro adentro de la calzada. Siguen inmóviles mirando cómo pasan los coches, deseando que quede un hueco en el tiempo y en el espacio para poder cruzar. Yo me quedo en la acera, a una pequeña altura de la calzada, observando sus reacciones.

Lo curioso de todo es que al ver que el semáforo se pone en verde, yo avanzo sin pausa y ellos se quedan detrás. Parece que desde la calzada pierden la perspectiva del semáforo. Siguen pendientes de lo que hacen los coches en lugar de fijarse de que el color rojo ha pasado a ser verde para los peatones. Curioso. Sin duda alguna llego al otro lado de la calzada antes que mis impacientes compañeros. Entonces es cuando pienso: ¿qué conseguimos con la impaciencia? Pues bien, conseguimos tres cosas:

1. Estresarnos
2. Poner en peligro nuestra integridad física
3. Llegar tarde, o dicho de otra manera, no alcanzamos nuestro objetivo

Aun así nos seguimos estresando, seguimos poniendo en peligro nuestra integridad física, y seguimos sin alcanzar nuestros objetivos.

Este pasado verano, en mi viaje a Japón, fui a visitar uno de los muchos templos y santuarios que quise conocer: “Kiyomizu dera”. Si lo conocéis o habéis estado alguna vez en Kioto, tal vez recordéis un templo budista con un balcón enorme de madera, siempre a rebosar de turistas. Parece que la multitud es parte del templo. Es como un nido de golondrinas en un rincón del techo del portal. Una vez que las golondrinas han fijado su residencia en ese rincón, no hay manera humana de sacarlas de la foto.

Cuando llegué a Kiyomizu dera sentí que estaba igual de emocionada que el resto de turistas, cada uno a nuestro modo, pero emocionados. Me puse a sacar fotos desde todos los ángulos: con zoom, sin zoom, con flash, sin flash, en sepia, en blanco y negro… Al cabo de un cuarto de hora me di cuenta que mis ojos no habían disfrutado de aquel lugar por sí mismos, al natural, ya que todo lo que había visto hasta el momento había sido a través de la cámara de mi móvil. Qué fuerte…

Dediqué un tiempo a pasearme sin sacar fotos. Cuando me di por satisfecha, me dispuse a alejarme del lugar. Había un caminito que debíamos seguir para acabar el recorrido y volver a la salida. Iba caminando pensando en aquella maravilla y en las fotos tan preciosas que había sacado, cuando se me ocurrió parar en seco y girarme. A los lados del camino había plantas, pero concretamente desde el lado derecho era posible seguir contemplando el templo a través de las plantas… sólo si te girabas. Descubrí que las vistas al templo desde aquel ángulo eran impresionantes. Una vez más, la perspectiva que la distancia concedía al objetivo a contemplar no tenía igual.

Me quedé un rato observando el panorama. Saqué las mejores fotos de aquella visita, sin duda alguna. Los turistas proseguían el camino sin girarse. La mayoría de las personas iban revisando las fotos que ya habían sacado desde el balcón de madera, dando por concluida su misión.

Cuando llegué al hotel quise disfrutar de mis fotos, y me maravillé al darme cuenta de que no sólo había estado en el famoso balcón con sus vistas. Me di cuenta de que la mejor vista no se tenía desde el balcón hacia fuera, sino desde el caminito hacia el balcón: la grandeza del templo al completo; las dimensiones desproporcionadas del balcón de madera lleno de “hormiguitas”. Una vez más comprendí el poder de la perspectiva.

En ocasiones nos vemos incapaces de ver la solución a los problemas simplemente porque no le damos la perspectiva adecuada. Salgamos del problema y mirémoslo desde fuera. Si nos metemos en el corazón del problema o nos implicamos emocionalmente con el problema, jamás seremos capaces de ver la solución… y os aseguro que la solución o las soluciones (nunca hay una única solución) siempre están fuera. ¡Viva la perspectiva!

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