Cuando pienso en el misterio de la vida, me vienen a la cabeza dos cosas: el cerebro y el universo. Me encanta la neurología y me fascina la psiquiatría. Ambas cosas van de la mano en lo que a las enfermedades mentales se refiere. Hay un claro paralelismo entre el universo y el cerebro. En ninguno de los dos existen límites, hasta el punto de no ser siquiera capaces de medir el conocimiento que tenemos acerca de ambos temas.
Lo que me maravilla es que el misterio que encierran es exactamente el mismo. Al igual que la estructura de las órbitas alrededor del Sol se replica en la estructura atómica, lo más inmenso de la existencia se replica en lo más diminuto de la materia, prácticamente indivisible. Inmediatamente después pienso en los cerebros superdotados.
Las personas con un talento especial que trasciende cualquier alta capacidad, tienen el privilegio inexplicable de acceder a un mundo ilimitado de conocimientos sin realizar ningún tipo de esfuerzo. Debemos diferenciar las personas con altas capacidades de las personas que son genios. Los primeros logran resultados extraordinarios gracias a un trabajo y esfuerzo a veces inconmensurables, pero explicables. En el caso de los genios no es así.
Todo apunta a que los genios matemáticos, músicos, filósofos, literarios o de cualquier otra índole tienen acceso a un “algo” ilimitado. Esto me hace de nuevo pensar en la característica del universo. Lo curioso es que los genios acceden a lo infinito gracias a un error/fractura/enfermedad neurológica. Los genios poseen al mismo tiempo un talento tan grande como una minusvalía dramáticamente severa. Por consiguiente, me sorprende deducir que no hemos sido diseñados para tener acceso a lo ilimitado. ¿Por qué? No lo sé, aunque intuyo que la respuesta debe ser clave para descifrar “el misterio”.
Cuando un genio matemático resuelve una ecuación mentalmente, no lo hace a través del cálculo convencional. La técnica del cálculo se puede ejercitar por cualquier ser humano y llegar a tener extraordinarias capacidades para resolver multiplicaciones, divisiones y otras operaciones matemáticas de extremada complejidad. El cerebro es capaz de lograrlo con trabajo y esfuerzo, lo que físicamente se traduce en un esquema de conexiones neuronales o sinapsis cada vez más complejo y sólido. Todo esto es físicamente posible.
Lo inexplicable y maravilloso es cuando la técnica que da lugar a los resultados milagrosos no es esencialmente la práctica, el esfuerzo y el aprendizaje. La “técnica” que da lugar a lo extraordinario es la intuición. No se calcula la respuesta. La respuesta se muestra como por arte de magia en el cerebro del genio. Puede ser en forma de números, en forma de obras musicales, teorías científicas… ideas que surgen del conocimiento ilimitado que de alguna manera se almacenan en nuestro subconsciente, pero que no hemos sido diseñados para tener acceso a él… salvo error.
Somos seres limitados con capacidades potencialmente ilimitadas. Pienso en todas estas cuestiones y deduzco que si llegáramos a la “fuente” nos volveríamos “locos”, o de alguna manera nos convertiríamos en seres con serios problemas de convivencia en la sociedad, incapaces de comunicarnos de una manera estándar. Esto es exactamente lo que les sucede a los genios.
Cada vez que la ciencia avanza en física y mecánica cuántica, el universo se encuentra con la materia, y al mismo tiempo, ambas se topan con el misterio de la vida, con la transformación de la energía, la transmisión de ondas electromagnéticas, partículas de luz que retan al concepto del espacio y del tiempo. Este hecho a su vez nos arrastra inevitablemente a la espiritualidad y al funcionamiento y al control del cerebro humano. Hemos partido del universo y hemos llegado al cerebro, pero no sabemos cuál es el origen de todo.
Creo que el origen está en el fin. Todas las preguntas acerca de la muerte nos dan respuestas acerca de la vida. Todas las preguntas acerca del fin del universo nos remontan al origen del mismo. Todas las respuestas acerca de lo ilimitado están en lo ilimitado, en nuestro inconsciente (no subconsciente), al que de momento sólo podemos tener acceso mediante una fractura neurológica. ¿Se puede tener acceso a lo ilimitado mediante la auténtica espiritualidad? Creo que sí, pero probablemente, el hecho de alcanzar la auténtica espiritualidad no nos conceda una vía de retorno a nuestra “realidad”. Creo que la auténtica espiritualidad de la que hablo también ocurre debido a una fractura neurológica… pero sin duda alguna ocurre y existe.
Queremos vencer a la muerte. Queremos controlar el cerebro. Queremos dominar el universo. Nada de esto es posible. Lo limitado jamás podrá superponerse a lo ilimitado. Cuantas más respuestas tengamos sobre estas cuestiones esencialmente ilimitadas, más estaremos adentrándonos en el juego de lo limitado, por lo que más nos alejaremos del origen. Sólo lo ilimitado puede alcanzar lo ilimitado. Por nuestra parte, pienso que hemos creado una dualidad muy peligrosa en la sociedad: la masa intelectual, las personas que se mueven exclusivamente por los conocimientos y capacidades adquiridas mediante el trabajo y el aprendizaje, frente a la masa espiritual, los que se dejan llevar en exclusiva por las emociones y percepciones.
Ninguna de las dos masas es unilateralmente acertada; de hecho conforman las dos caras de la misma moneda: la realidad limitada. Cada vez estoy más convencida de que somos tan sólo parte de un juego. Un juego limitado sobre un tablero precioso y con piezas con cualidades variopintas, que se están volviendo cada vez más sofisticadas para irradiar chispas de entretenimiento a lo ilimitado. Piezas de inteligencia sublime, que ofrecen un espectáculo sin igual y que interactúan unas con las otras, dejándose llevar a veces por sus emociones, otras veces por sus experiencias, otras veces por la razón. Un tablero que no es más que una figura geométrica exacta bajo el cumplimiento de unas leyes físicas específicas, que hacen que todos juguemos al mismo juego de la vida y la muerte.
Disfrutémoslo con la conciencia de lo que somos: apenas algo.
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