El nudo eterno

28.10.2014 12:50

Hacía tiempo que no sentía lo que un abrazo auténtico puede transmitir. Hace más de dos años escribí “El Abrazo”, un momento efímero pero intenso que recordé durante mucho tiempo. Entonces no entendía el poder del abrazo, al menos tal y como me lo explicaban. La necesidad de un abrazo, el efecto terapéutico y amoroso del abrazo. Si aquello existía debía sucederme con mi pareja, pero creo que no fue el caso. Había otras cosas que valoraba más que un abrazo.

Hace dos días recibí un abrazo especial de una persona especial. Tal vez fue la persona la que hizo posible que sintiera aquello por primera vez. Ahora que lo pienso, puedo afirmar que observé mi propia curación. Fui testigo de mi curación.

Me vi envuelta en sus brazos, mientras apretaba mi cuerpo hacia el suyo, como si pusiera una intención en aquello. Sentía mi cuerpo temblar, creo que por miedo. Una leve vibración que comenzaba en mis sienes y descendía hasta los pies pasando por mis manos. Supo darle el tiempo necesario para que mi cuerpo se rindiera y se entregara al suyo. Noté una gran resistencia al principio y una atracción final que fue inevitable. Permanecimos así durante unos segundos y fue en ese trance cuando comprendí el efecto de su abrazo.

La sensación que me provocó fue de plena entrega, comparable a una relación íntima. Un permiso a acceder en mi intimidad a sabiendas que lo necesitaba. Una rendición sin condiciones. La magia vino acompañada de unas palabras de cariño y esperanza. Un hasta pronto. Nuestros cuerpos empezaron a separarse; nuestros brazos iban alejándose a regañadientes; nuestras manos se entrelazaron entre caricias antes de despedirse. Sin duda alguna había una sintonía profunda.

Nos despedimos con una última sonrisa y me fui. Mi cuerpo siguió temblando hasta que llegué a casa y reflexioné sobre lo que acababa de suceder. Necesitaba darle un nombre a aquella emoción. Me miré en el espejo y vi mi colgante: el nudo eterno. Símbolo del amor universal. Comprendí que el nudo eterno causó su efecto y me concedió el privilegio de disfrutar por tan sólo unos minutos del auténtico amor universal.
 

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