El apego no es amor, es necesidad

10.05.2015 18:12

No es la primera vez que escribo sobre el apego. Hoy dejaré que mis dedos tecleen lo que les venga desde dentro de mí acerca de este fenómeno tan curioso. Creo que los humanos somos los únicos seres que sentimos, necesitamos y sufrimos el apego. A veces corremos el riesgo de confundirlo con el amor, al igual que consideramos erróneamente que la admiración es amor… ¡Ojo con estos sentimientos!

El apego no es amor. El apego es la necesidad de depender emocionalmente de alguien, y la necesidad no es amor, es sólo necesidad. Si alguien nos dice “te necesito, no puedo vivir sin ti”, debemos tener mucho cuidado. Es posible que esta frase se utilice como un tópico para demostrar a nuestra pareja que le queremos mucho, pero el término cogido con pinzas es insano. Si estamos con alguien porque lo necesitamos y no concebimos la vida sin esa persona… se nos deberían encender todas las alarmas. Asimismo, si a nuestra pareja le ocurre lo mismo con nosotros… deberíamos ponernos en alerta máxima.

¿Por qué? El principio básico de la necesidad es que cuando llega el momento en que la necesidad queda cubierta, nos olvidamos de ella por completo, como si nunca hubiera existido. Entonces es cuando pueden suceder dos cosas. La persona que nos “necesita” se da cuenta de que “al parecer” ya no nos necesita, y si no hay ningún otro motivo más fuerte que la necesidad, se acaba yendo. Obviamente la necesidad le volverá, pero como sólo es un sentimiento “no vinculado a nadie en concreto”, buscará a otra persona que le cubra dicha necesidad. Mientras tanto vivirá una etapa de transición donde creerá que es libre, feliz e independiente. Disfrutará de sus mañanas despertándose solo y acostándose sin dar explicaciones a nadie, pero esto también acabará.

Lo segundo que puede suceder es que se dé cuenta de que ya no nos necesita, pero aun así, nos sigue escogiendo. Que nuestra pareja nos escoja día tras día pudiendo no hacerlo, y siendo consciente de que su necesidad la puede cubrir otra magnífica persona, se acerca mucho al amor. Si nos siguen escogiendo por cobardía significa que la necesidad es aterradora, y en lugar de amor es resignación. Personalmente no quiero cobardes ni resignados a mi lado, creo que nadie los queremos. Tampoco queremos ser cobardes ni resignados. Queremos ser valientes y honestos.

El amor se escoge día tras día desde la libertad y la valentía, no desde el miedo y la cobardía. Se dice que las segundas partes nunca fueron buenas. ¿Por qué? Porque normalmente las segundas partes son la continuación de una primera parte retomada por miedo y cobardía. Por necesidad, por soledad, por el terror de quedarnos solos o de equivocarnos. Eso no funciona. Siempre debe darse un tiempo a las circunstancias. Observarlas desde fuera, valorar sus beneficios y sus desventajas. A veces necesitamos madurar para sentir, para aprender a sentir.

No debemos confundir el periodo de aprendizaje o maduración con el periodo de “se nos está yendo la oportunidad”. Las oportunidades no paran de llegar, al contrario de lo que se dice por ahí. Si no las ves a tu alrededor es porque no estás preparado para subirte al tren (“es que a mí esas cosas no me suceden…”), y si tienes la sensación de que se te escapan todas las oportunidades es que estás aterrado (prefieres ir de víctima, es más fácil).

Hay una frase que circula por las redes sociales que dice algo así como: “Si cuando pudiste no quisiste, cuando quieras no podrás. Atentamente, La Oportunidad”. La primera vez que leí esta frase pensé que el mundo estaba repleto de cobardes “victimistas” que preferían pensar que su vida transcurría en un sentido o en otro por la gracia divina o por alguna suerte que no estaba en sus manos. ¡Qué fácil y liberador pensar que no pudimos hacer nada! Pobrecitos… entonces nos portamos mal así que ahora nos merecemos lo peor de lo peor. Es mejor que no movamos ni un solo dedo para cambiar las circunstancias… total… nosotros no podemos hacer nada por mejorarlas. En una palabra: patético.

No sirve de nada lamentarse mientras no movemos ni un solo dedo para luchar por lo que queremos. ¿O tal vez realmente no queremos luchar por ello? Cuando se quiere algo o a alguien se lucha hasta el final, hasta lo que esté en nuestras manos. Ese será nuestro límite. Cuando se hace todo lo que se puede y la pelota queda en tejado ajeno, esperaremos a que nos piquen la puerta y nos entreguen la pelota en las manos. Si nos la entregan de una patada en la cara, como los críos cuando se cansan, “bueno vale, te la devuelvo porque de lo contrario no tendré a nadie con quien jugar”, será mejor que no la aceptemos. Que se quede con la pelota y que juegue solo.

El apego y el desapego. No debemos olvidar que el apego es dependencia, es necesidad. No es libertad, no es elección, no es amor. No nos conformemos con un sentimiento vacío y reemplazable por cualquiera. Nosotros valemos mucho más que todo eso. Quien no sepa valorarlo tal vez no merezca estar a nuestro lado.

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