Descubriendo el camino del perdón

06.06.2015 13:28

Por fin he encontrado el momento para escribir esta pequeña aventura. Temía que en una semana se me esfumara la inspiración que guardaba adentro. Inspiración que me llegó una mañana de paseo mientras escuchaba música y contemplaba los lugares más cotidianos.

Compré un café para llevar y como otras muchas ocasiones me dispuse a caminar rambla abajo. Era una mañana soleada, sin demasiada gente en los alrededores. El lunes era festivo así que los barceloneses optaron por invadir las playas de la Costa Brava. Me senté en un banco con el café en una mano, las gafas de sol y los auriculares rebosantes de música. Mi música.

De pronto me sentí inmersa en mis propias melodías y letras. Las comencé a revivir una a una como si fuera el momento preciso de su creación. Anhelaba perdonar lo que todavía no había perdonado, y es que no sabía cómo hacerlo. No sentía más que resentimiento. Necesitaba diluir esa emoción pesada que día sí día no, me subía a la garganta, me oprimía el pecho y me hacía temblar hasta la cabeza al darme cuenta de que no fue un sueño, fue realidad. Necesitaba descubrir el camino del perdón y sólo era posible descubrirlo por mí misma, a mi ritmo, sintiendo que se abría un espacio entre mi pecho y mi mente para ahogar las penas, disolverlas en mi alma, acogerlas con cariño, con el aprendizaje de una lección aprendida. Sentí que aquel podía ser un buen momento.

Decidí afirmar para mis adentros las lecciones que mis ex novios me habían enseñado. Lecciones que consideraba valiosas y que por ellas les estaba muy agradecida. Empecé con el primero.

Tal vez fui muy joven y sólo necesitaba vivir aquel gran amor. Sin siquiera mirar si nos parecíamos o no, si compartíamos un futuro, si nuestra relación podía ser sostenible. Simplemente perseguía mis sentimientos. Fue una relación complicada, llena de obstáculos y con un final tortuoso. Un cúmulo de contradicciones para conseguir tenerme a toda costa, a las buenas o a las malas, sin moral ni vergüenza. Con un intento de suicidio por su parte como guinda final. Sólo para llamar mi atención. Sólo para tenerme a pesar de su traición, de sus amenazas, de sus juegos y chantajes psicológicos. Y lo mejor de todo esto… él no es una mala persona. Siempre pensé que se obsesionó conmigo.

Mi aprendizaje de todo aquello fue mi independencia emocional de todo ser humano de este planeta. ¿No es poco eh? Aprendí que no podía confiar en nadie excepto en mí. Que nadie entregaba su amor de forma incondicional, ni nuestros propios padres. Obviamente unos padres (salvo extrañas excepciones) jamás abandonarán a sus hijos, pero pueden sentirse decepcionados, dolidos y resentidos de por vida si sus hijos no cumplen con las expectativas que tenían sobre ellos. Ese tipo de amor no es incondicional, al menos para mí. Incondicional es que te miren a los ojos pase lo que pase, hagas lo que hagas, seas lo que seas en la vida, y que te digan que te quieren, que están muy orgullosos de ti y que eres lo mejor que les ha pasado en la vida. En resumen, gracias por todo ello… “primer novio mío”.

Mi segundo novio. Tengo muy poco que reprocharle y mucho que agradecer. Gracias a él tengo la vida que tengo. Independiente, en la ciudad del mundo que más me gusta y disfrutando de un sol radiante 350 días al año. Lo dio todo por mí y tal vez me equivoqué porque a su lado sólo pude desarrollar mi ambición de juventud. Creo que tuve lo que necesité cuando lo busqué. Él me dio la oportunidad de soñar a lo grande durante los primeros años de mi carrera profesional. Me enseñó a anhelar una posición social que podía obtener siendo persistente, siendo luchadora y poniéndole ilusión a lo que hacía. Él fue la persona más apropiada con quien pude compartir aquellos años de competitividad, de auto superación profesional, de ambición empresarial. Me enseñó no sólo a sobrevivir en la jungla sino a ser una preciosa leona conocedora de muchos de los rincones y escondites de la selva.

Gracias por todo ello… “segundo novio mío”.

Mi tercer novio. Llegó a mi vida cuando más lo necesité. Justo para rescatarme y darme cuenta de que no estaba viviendo la vida que quería. Que me estaba olvidando de la niña que llevaba adentro. Era la época cuando comencé a vivir una crisis existencial muy profunda. Todo ello porque sentía que me había desviado del camino que me tocaba, del camino que me esperaba toda la vida, lleno de pasiones, de ilusiones, de los detalles que estaban predestinados a hacerme feliz. Me había convertido en una muy bien valorada profesional en el mundo de la empresa, luchadora, algo fría y de buena posición social. Me había olvidado de quién era realmente.

Con el tiempo supe que vi en mi tercer novio todo lo que yo debía ser y sin embargo había olvidado. Me enseñó que no era para nada perfecta, que tenía mucho que mejorar como persona, que me encantaba la música, la escritura. Me enseñó a volver a mirarme hacia adentro y a reencontrarme. Tal vez la manera no fue la más agradable, pero aquí sólo trato de agradecer lo bueno que obtuve de la relación. Me ayudó cuando mis ingresos se me acababan a mediados del mes, con mi querido Lur a mi cargo (mi perro). Me dio la ilusión que necesitaba cuando lo único que deseaba era dormir y soñar, dormir y soñar. Lur y él me dieron dos motivos para querer levantarme de la cama. Volví a nacer gracias a él, literalmente. Gracias a él tengo una nueva vida y he logrado ser lo que realmente soy, en cuerpo-mente-alma. Por una vez en la vida sentí haber encontrado un amor auténtico, eterno e incondicional.

Por todo ello… gracias “mi tercer y último novio”.

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