Según un reconocido maestro espiritual, la verdadera valentía está en sentirnos plenamente responsables de nosotros mismos, de nuestras emociones, decisiones y acciones. Parece una afirmación fácil de entender, sin embargo, a veces se requieren unos cuantos años antes de impregnarse de su significado.
Leemos grandes frases que reconocemos como hermosas y gratificantes, pero rara vez estamos absorbiendo su esencia, la comprensión absoluta que yace en su origen. Cuando decimos que algo nos ha llegado al alma, es porque esta comprensión absoluta del autor acerca de un concepto, y nuestra necesidad de estructurar un cúmulo de circunstancias vitales inconexas, se han encontrado y se han fusionado armoniosamente. Ésa es la señal del crecimiento espiritual, de un paso más hacia la madurez.
La sensación de vivir un momento así es de plenitud, de claridad, de fluidez espiritual. La inspiración en su máximo esplendor. La sonrisa del alma al escuchar sonar la campana.
La afirmación del maestro espiritual la comprendí llegado el momento, no antes.
“El coraje está en actuar espontáneamente, en dejar que el momento decida”. No podemos buscar las respuestas que no conocemos, precisamente porque no las conocemos, y por lo tanto, si las vemos jamás las reconoceremos. La clave está en esperar a que lleguen, a que se muestren visibles ante nuestros ojos. Sólo cuando las reconocemos podemos tomarlas, y sólo cuando así las tomamos estamos decidiendo con el corazón, con coraje.
Anoche soñé que no estaba sola. Soñé que alguien velaba por mí, alguien que en los momentos más difíciles me visitaba para abrazarme. Tal vez cada uno de nosotros tengamos un guía que nos recuerda una y otra vez por qué estamos aquí, aunque no siempre sepamos escucharlo. No es mi intención retar a la cordura y concluir que la imaginación extrema o la ensoñación consciente deban ser nuestra vida real. Los escépticos pueden sentirse tranquilos, ya que probablemente la teoría del guía interior sea una de las más milagrosas invenciones de la mente. ¿Qué más da si es real o es fantasía, si existe o no existe… mientras funcione?
Cada uno de nosotros podemos tener nuestra manera particular de crear coraje, de escuchar al corazón y de seguir adelante a pesar de la adversidad. Los pseudo maestros demagogos gritan a los cuatro vientos que una vez en la vida todas las personas deberían vivir en la “gran manzana”. En mi modesta opinión, basta con que aprendamos a construir una pequeña fábrica de coraje, para nosotros mismos, para el disfrute de nuestra existencia. La “gran manzana” puede estar a la vuelta de la manzana, sólo tenemos que doblar la esquina y observarla.
Imaginémonos cómo podría cambiar nuestra vida si nos armáramos de valor durante sólo diez segundos. Diez segundos de coraje. En ese mísero intervalo de tiempo podríamos evitar el arrepentimiento que nos invadiría cuando fuéramos ancianos, y estuviéramos meciéndonos suavemente en el porche de nuestra casa, mientras nos retumba una y otra vez lo que aquella inolvidable mañana renunciamos. Por comodidad, por orgullo, por dolor, por cobardía. Desde la perspectiva que nos dan las experiencias pasadas, nos morderemos los labios y apretaremos los dientes, pensando en lo sencillo que podría haber sido todo, y en lo mucho que perdimos con un sólo gesto.
La máquina del tiempo existe, y ahora nos encontramos en su interior, siendo conscientes de su valor, con el firme propósito de aliviar nuestro más que anunciado tormento.
Permítete diez segundos de coraje. En el peor de los escenarios permanecerás en el mismo cuerpo y observando cada mañana el amanecer. Es lo que se nos presta en esta vida, un cuerpo y un amanecer.
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