A partir de esta semana me declaro voluntaria. Voluntaria en el mundo del Reiki, para ayudar a quienes probablemente se están muriendo en hospitales, geriátricos, psiquiátricos e incluso en algunas prisiones. En la mayoría de estos casos podrían llevar una vida más digna y larga si tuvieran recursos económicos, pero no es así, por lo que al gobierno le da absolutamente igual que se mueran.
¿Y a la sociedad? En mi opinión, en la sociedad nos hemos acostumbrado a ver cómo la gente sin recursos (o recursos insuficientes) muere por enfermedades graves que no pueden costearse. Esta montaña ya es parte del paisaje. Todos estamos igual, así que optamos por recogernos en nuestras minúsculas unidades “familiares” y tratar de permanecer unidos.
A veces pienso que ésta es una de las barbaries que en la época moderna el ser humano ha normalizado. Las entidades financieras, bajo la atenta mirada de los gobiernos, desalojan a las familias de sus casas porque no pueden hacer frente a las hipotecas. Se quedan sin techo, sin ingresos, sin dignidad. “Por supuesto”, son las normas del juego que ellos aceptaron inicialmente y por el que ahora deben pagar sus consecuencias. Cada uno debe ser responsable de sus actos. Esta cuestión tiene difícil solución. Y mientras tanto la “sociedad” mira horrorizada la escena desde los televisores de sus casas (me recuerda un poco “Los Juegos del Hambre”), lloran, ríen, se indignan, se alegran… lo que se estime oportuno en cada corazón.
Al día siguiente recibes un aviso de impago de un recibo para el que ya tramitaste la baja. No entiendes por qué rayos llega ese aviso de impago (con sus consiguientes amenazas por parte de la compañía suministradora). Con paciencia y calma contactas con el número que aparece en la carta. El elemento de la “sociedad” que te atiende al otro lado del teléfono te trata como a una cucaracha. No quiere que le hables, sólo quiere que pagues. Tratas de explicar que ha habido un error (en el mejor de los casos) y que ese impago no te corresponde. El elemento de la “sociedad”, lejos de escucharte y de entenderte, cumple con su función de “máquina diseñada para matar”. Con una voz fría y arrogante te lee la papeleta y te desea los buenos días.
Esta persona probablemente vuelva a su casa, encienda el televisor y sea un participante más de este absurdo circo al que llamamos “sociedad”. Se indignará por las injusticias, comentará con sus familiares, vecinos, compañeros y amigos la deficiente gestión que está llevando el gobierno, y se “cagará” literalmente en las entidades financieras por exprimir a los ciudadanos con sus deudas, intereses, comisiones y demás parafernalias. Enviará y compartirá mensajes en Facebook, Twitter, Tuenti, Google+, dejando en evidencia a nuestros queridos políticos corruptos que hicieron uso de las tarjetas opacas de Bankia durante los maravillosos años de la crisis mundial.
Pero sin duda alguna, al día siguiente volverá a sus funciones de “máquina diseñada para matar” para aportar un nuevo granito de arena a esta indecente normalización del exterminio de la raza humana al estilo del siglo XXI.
Mi enhorabuena a este gran circo llamado “sociedad”.
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