Todos estamos en este mundo por algo. Todos tenemos algo especial que aportar. Algunos tienen un talento especial para los deportes, otros para las matemáticas, otros para la música, la literatura... no me cabe la menor duda de que cada persona es única en su propia naturaleza. Sin embargo no siempre resulta fácil conocer "esa" nuestra naturaleza.
¿Cuál es vuestra vocación? ¿Qué os apasiona? ¿En qué destacáis? ¿Qué actividades os transmiten felicidad? Muchos de vosotros os sentiréis identificados con mis palabras al decir que "sé que debe haber algo que me haga vibrar y en lo que soy bueno, pero creo que no lo he descubierto". A veces esta sensación puede resultar tan profunda que nos hace dudar realmente de la existencia de un vínculo entre cada ser humano y sus talentos.
Por mi experiencia y echando la mirada atrás, me gustaría compartir con vosotros algunas situaciones, reflexiones o simplemente preguntas que creo que os pueden ayudar a averiguar quiénes sois, qué os hace felices y qué podéis (y deberíais) aportar a este mundo.
Hace algo más de ocho años me encontraba en una situación personal un tanto complicada. Lo tenía todo y sin embargo me di cuenta de que me había olvidado de mí. Un día me sorprendí repitiendo exactamente las mismas palabras que dije cuando salí del instituto, es decir, todas aquellas cosas que quería hacer pero nunca hice. Me di cuenta de que en la vida que había escogido ninguna de aquellas cosas tenían cabida, así que difícilmente llegaría a ser lo que siempre decía que iba a ser.
Una persona a la que llegué a querer más que a nadie, me recordó que lo que realmente somos lo mostramos de niños. La inocencia de los niños, la facilidad para ser felices y su ausencia de miedo son características intrínsecas a su condición y es por ello que tienden irremediablemente a ser lo que están destinados a ser. Si un niño se pasa todo el día bailando es un bailarín innato. Si un niño pierde la noción del tiempo dibujando, ese niño es un dibujante o un pintor. Si una niña se olvida de volver a casa por estar con los animalitos en el jardín, ten por seguro que esa niña ha nacido para estar con los animalitos y rodeada de naturaleza.
Cuando presté atención a todos mis recuerdos de cuando era niña me di cuenta de quién era o supuestamente de quién debía ser. Entonces ocurrió algo. Me había alejado tanto de mí misma que pensé que aquella historia de que "lo que realmente somos lo mostramos de niños" no podía ser cierta. La buena noticia es que el tiempo siempre pone las cosas en su lugar, y cuando prevalece una firme decisión de lograr un objetivo, el tiempo se convierte en el mejor de los aliados. Claro que los pasos a dar no fueron precisamente un camino de rosas.
El único pensamiento que me daba coraje para continuar contra viento y marea, era que "si no miro por mí misma nadie más lo hará por mí".
Habrá determinadas decisiones en la vida en la que sólo tú podrás tomar por ti, probablemente sin el apoyo de nadie. Es entonces cuando debes buscar un pensamiento al que aferrarte y concluir: "o hago esto o viviré frustrada toda mi vida, esté con quien esté, haga lo que haga".
Actualmente y sin apenas darme cuenta he descubierto cuáles son mis pasiones. He descubierto que con ellas soy feliz, que con ellas desearé acabar mis últimos días y que a ellas recurro cuando las cosas están mal. Dejadme que desarrolle estos últimos dos puntos.
Cuando pienso en mis últimos días me veo disfrutando de la música. Orgullosa de mis creaciones y componiendo hasta perder totalmente la consciencia. Recuerdo los últimos días de mi padre. Sabíamos que no volvería a caminar y peor aún, sabíamos que no iba a salir de aquella cama. A pesar de todo me di cuenta de cómo encontró su pequeño gran espacio para la felicidad.
Su disfrute fue leer el periódico bajo el sol que entraba por la ventana, del mismo modo que lo hacía cuando estaba en la playa, en la playa que él escogió para vivir sus últimos años. No sólo eso. La comida le hizo inmensamente feliz hasta el día en que él mismo decidió abandonar para marcharse al otro lado. Siempre pensé que mi padre fue un gran cocinero. El mar, el sol, un buen periódico y una gran comida. Estas cuatro cosas son las que definieron a mi padre en vida y hasta las puertas de su muerte.
Todos tenemos días malos y otros peores. ¿Qué es lo que hacemos esos días para sentirnos mejor? Esta pregunta es clave. Lo habitual es que busquemos el deshogo fuera de nosotros mismos, canalizándolo de forma positiva o negativa. Si optamos por irnos de compras, quedar con los amigos, hacer un plan bonito con nuestra pareja... estaremos canalizando nuestro desahogo en factores externos y de forma positiva. Si optamos por enfadarnos con nuestros seres queridos, salir a buscar pelea o consumir alcohol u otras sustancias tóxicas como evasión y catarsis, también nos estaremos apoyando en factores externos aunque de forma negativa.
No obstante hay una tercera opción: el desahogo interior. Aunque este tipo de desahogo también tiene sus vertientes positiva y negativa, la más difícil y óptima es la positiva. Cuando reprimimos las emociones vamos acumulando ira, frustración y miedo entre otros tantos sentimientos poco recomendables. Os aseguro que esta es la mejor vía para que nuestro cuerpo y nuestra mente acaben enfermando.
Por otra parte, el desahogo interior positivo consiste en la práctica de técnicas diversas que pueden ser aprendidas y aplicadas con resultados satisfactorios por cualquier persona , como por ejemplo, la meditación. Más allá del aprendizaje y aplicación de técnicas de control y gestión emocional, quiero hacer incapié en el desahogo interior basado en nuestros talentos, y por lo tanto, en la práctica de nuestras pasiones.
¿Os sentís mejor cuando llegáis a casa totalmente frustrados por una discusión familiar y os ponéis a tocar la guitarra? ¿Os relajáis cuando escribís un diario relatando vuestras experiencias? En definitiva, ¿recurrís a vosotros mismos y buscáis la solución en vuestro interior para alcanzar sosiego y paz? Os invito a que dediquéis unos minutos a reflexionar sobre este tema.
En el caso de que todos vuestros desahogos sean exteriores debéis haceros la pregunta de si habéis descubierto qué cosas os apasionan, y por lo tanto, la pregunta de si sabéis realmente quién sois. Os lo recomiendo fehacientemente, de lo contrario este "vacío existencial" o "falta de identidad" encubierta hasta el momento, os pasará factura tan pronto como viváis una crisis de cualquier índole en vuestra vida. Los factores externos funcionan durante un tiempo, pero acaba llegando el día en que nos dejan de satisfacer y necesitamos buscar más allá.
Tened en cuenta que lo exterior siempre será material o ajeno. Lo material siempre acaba volviéndose insuficiente; y lo ajeno... no está bajo nuestro control. ¿Estáis dispuestos a que vuestra felicidad dependa de lo que haga o deje de hacer otra persona? ¿De verdad queréis dejar vuestra felicidad a la deriva en manos ajenas? Creo que la respuesta es única y rotunda: NO.
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