¿Cuidar de una guerrera? No hace falta, sabe cuidarse ella solita

10.04.2016 13:23

Hacía tiempo que no me costaba tanto levantarme de la cama. A través de los agujeros de las persianas veía que hacía un sol radiante; no obstante, era una mañana de esas en las que la imaginación vuela más allá de las cuatro paredes, más allá de la realidad de la vida. Me sentía más agusto en mis aventuras imaginarias que levantando mi trasero del colchón. Recordé la conversación que tuve anoche por teléfono con mi madre. Todas las personas del mundo mundial tenemos un motivo, por muy pequeño que sea, de aferrarnos a la vida y continuar. Lo que ocurre es que a veces nos cuesta ver el motivo, o darnos cuenta de que siempre está ahí.

En momentos así es cuando cobra sentido la rutina. En esencia soy una persona "anti-rutina". Pienso que la rutina nos encaja en un entorno cómodo, donde nos sentimos confortables, seguros y sin ningún aliciente para cambiar nada en nuestras vidas. Este último punto es lo que me perturba de la rutina. Aquel que no siente ninguna necesidad de cambiar su vida, de hacer las cosas de una manera diferente, de arriesgarse, de ganar, de perder, de sorprenderse, de perderse, de encontrarse, de llorar y de reír ante de las sorpresas de la incertidumbre... no vive. Vive como un animal de costumbres, pero no vive su vida como merece ser vivida. La llama inevitablemente se apaga si no hacemos nada más que mirarla mientras nos aprovechamos de su lumbre y calidez. 

Cuando perdemos el suelo bajo nuestros pies es importante recurrir a la rutina. Un café en la cafetería de la esquina, donde nos iluminamos fácilmente al abrir el portátil y comenzar a escribir unas líneas sobre nuestras mentes perdidas, al mismo tiempo que escuchamos la música que nos ha ido acompañando a lo largo de nuestras experiencias vitales. Aquí está "The White Buffalo", recordándome una y otra vez que Hawaii existe, que fueron unas vacaciones inolvidables y que las siguientes serán aun mejores.

Esta mañana pensaba en lo que se siente cuando nos cuidan. En cómo nos sentimos cuando se ocupan de nosotros (no cuando se "preocupan"). No es fácil encontrar a personas dispuestas a cuidar de otras. Repasé los últimos años de mi vida y me di cuenta de que esa figura no existía. Algunas personas, empezando por mi madre, se preocupan mucho por mí, por supuesto.  Preocuparse no es lo mismo que ocuparse. De hecho la diferencia es tremenda. "Preocuparse", como la misma palabra indica es ocuparse anticipadamente de algo que no ha ocurrido. Es decir, es un "sinsentido" en toda su esencia y significado. "Ocuparse", es agarrarle al toro por los cuernos cuando realmente llega el momento y se dan las circunstancias reales. La diferencia está en que "preocuparse" significa tan sólo un "¿qué tal estás?" y "ocuparse" significa un "aquí estoy a tu lado y no te pasará nada malo".

Como todos habréis sospechado en algún momento de vuestra eternidad, la vida es injusta en ocasiones. Las personas que hemos aprendido a arreglárnoslas solitas no gozamos del privilegio de ser cuidadas por nadie, ya que "nos cuidamos muy bien nosotras solas". Somos fuertes como rocas, seguras como las que más y si nos pegan una bofetada no dudamos en repartir patadas por doquier. Y además, después de todo nos vamos a la cama sonrientes planificando la batalla que nos espera al día siguiente. Somos las guerreras incondicionales que si no fuera por nuestros cuerpecitos débiles y vulnerables hechos de carne y hueso, seríamos inmortales. Los dinosaurios a nuestro lado son un cuento de hadas. Qué injusta es la vida y los seres que la habitan.

Más allá de este concepto equivocado y surrealista que nos corresponde como etiqueta, somos fuertes y no nos gusta quejarnos. Curiosamente incluso el hecho de no quejarnos se confunde con la buena fortuna. Qué suerte tenemos de que todo nos vaya genial y de tener los superpoderes que nadie más tiene en este nuestro planeta terrestre. Baños de ignorancia y cobardía. A pesar de ello no les quito algo de razón al pensar que somos personas afortunadas. Yo lo pienso de mí misma, tal vez esa sea la principal diferencia entre serlo y no serlo.
 

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